domingo, mayo 14, 2006

Cerca de la gallera

Hace años yo tenía un blog. Para quienes están aquí porque somos sus amigos pero no saben lo que es un blog: este es un blog.

Entonces, invité a Andrés a que escribiera un post en ese blog, y me mandó un texto sobre una visita a la gallera. El día que fuimos a TeleRadio a grabar el piloto para el programa, nos metieron en un cuarto de dos por dos, con gradas alfombradas de color rojo sangre, que me recordaron la celda para mujeres de la Comisión de Tránsito. (Nunca estuve detenida yo, sino una persona cercana. Era hombre [la persona cercana]). En fin... El vértigo y la furia residual por una pelea de carro a carro en Pascuales (el tipo de pelea que los gringos suelen considerar un juego mortal, tal vez porque nunca superaron la pica de la guerra fría y querían su propia ruleta rusa; por cierto, el juego se llama "Chicken"), bueno, todo eso me hizo sentir que estaba encerrada en una gallera; acto seguido, lo dije: "Dios mío, esto parece una gallera". Rose se engallitó. Crespo cacareó. Ayala, nuestro productor, sacó uno de a cinco e hizo la primera apuesta del show. Que nos llamemos La Gallera fue solo un destino inevitable. Una tragedia, en el sentido clásico.

El problema es que yo nunca he estado en una gallera, pero me gusta pensar que cualquier fenómeno de tintes folclóricos y subversivos despierta en mí un interés estético, nostálgico y rebelde, sublimaciones que María Rosa calificaría de cursilerías imperdonables; y Andrés, de fantasías de burguesa educada.

Ese es el panorama con mis compañeros de cabina.

Y la cabina es otro destino inevitable: somos gente común y corriente, y la gente común y corriente siempre piensa que le ocurren cosas especiales, que sus conversaciones entre amigos son las más interesantes del mundo y que deberían ser documentadas, inmortalizadas y transmitidas por onda larga o corta; que su familia debería ser la fuente de la que se nutre la industria hollywoodiense y la televisión por cable; que en Ecuador la tierra es tan fértil que tiras una pepa y crece un árbol allí mismo; que el Ají-No-Moto da cáncer...

Andrés dice que soy una escritora en pausa. Le faltó añadir "en pausa constante". Rose no dice nada todavía, está chuchaqui, seguramente pensando que Andrés tiene razón. Andrés tiene razón. Rose también.

Yo también.


Se imprime.

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